IGLESIA

Ya casi no quedan camas UCI para atender a los pacientes por COVID-19. Los hospitales están al borde del colapso. En las casas donde ya se acabó el alimento, las personas tienen que decidir si siguen acatando la cuarentena, protegiéndose del virus, o se mueren de hambre. A muchos ya los despidieron de sus empleos. El precio de los alimentos ha subido. En solo dos meses todo lo que conocíamos cambió por completo El escenario es bastante desalentador, pero era lo que se esperaba. Sabíamos que en algún punto llegaríamos a esto. Con toda la preocupación, el estrés, el miedo, la incertidumbre, por la televisión y redes sociales se oye un mensaje: “Arrepiéntanse de sus pecados”, “Dios ha mandado juicio para ustedes, pecadores, lo han desobedecido”, “Al final Dios destruirá esta tierra, el juicio final viene ya” ¿Es en serio? La Iglesia (no hablo aquí de la Iglesia Católica que bastantes cuestionamientos anteriores tiene, sino de la evangélica) la institución que debería dar consuelo en estos momentos tan penosos, nos hace culpables de todo lo que estamos viviendo y nos condena a un inevitable juicio en nombre de Dios. Ellos que dan estos mensajes nada empáticos son los mismos que pregonan que en este mundo solo hallaremos aflicción y que seremos irremediablemente destruidos con él. ¿Acaso no hay nada más pesimista que escuchar que vivimos en un mundo que no se puede cambiar? ¿Qué ha hecho la Iglesia como tal para que la sociedad peruana mejore en los casi 30, 40, 50 años que se afincó aquí? Al parecer nada.

Escuchaba hace un año a una conferencista, que profesaba el cristianismo, hacer la siguiente pregunta: “¿Por qué la Iglesia cristiana evangélica que se precia de buscar la santidad, de su normativa estricta que pretende influenciar en la sociedad, de traer un mensaje de amor y paz, que se reúne todos los días a orar y clamar, no ha podido impactar verdaderamente en el Perú, ayudarlo a crecer? Pues, porque ha tomado la Biblia, se ha hecho del monopolio de la fe y se ha encerrado en sus cuatro paredes y le ha dado la espalda a las personas que la necesitaban”.

Cierto. Por un lado, la gran mayoría de estos grupos ha satanizado, humillado y acallado todo lo que consideraba era del “mundo” y se ha encerrado entre sus cuatro paredes a orar, meditar y a esperar a que Cristo venga, dejando de lado a todo un mundo que necesita una guía moral, una esperanza. Por otro lado, hay grupos evangélicos que se aventuraron a abrir un poco más la puerta, más liberales, y les brindaron a muchos una posible oportunidad de buscar respuestas o consuelo, pero lo que les dieron fue un optimismo bastante absurdo (el todo va a estar bien, no te preocupes) sin ayudarles a ser más conscientes y a mejorar como ciudadanos que forman parte de un país con bondades y problemas reales.

Es obvio que incluir a todos en el mismo saco es injusto, pero de las más de 18 mil iglesias que hay en el Perú son muy pocas las que han sido verdaderamente un apoyo en vez de lastre. ¿Cómo se puede entender que se hagan marchas en contra de la Ideología de género y después se formen alianzas políticas con personas o agrupaciones que a todas luces tienen lazos con la corrupción? ¿Cómo pueden enviar un mensaje tan poco humano en medio de la crisis cuando ellos son los que le cerraron la puerta a un país que necesitaba ayuda? Paradoja. 

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